Celeste Rojas pide hablar. Sus ojos se humedecen. Está ansiosa por contar su historia. Quiere demostrar que sí se puede salir de la droga. Esta mañana helada, ha llegado con un camperón, jeans y zapatillas. Tiene 32 años y ha vivido demasiadas cosas duras: estuvo en la calle o durmiendo en albergues, sufrió distintos hechos de violencia y se volvió adicta hace unos años.

Es mamá de tres hijos; el primero lo tuvo a los 18 años y a los otros dos, a los 23. Los crió sola. Fue justamente por ellos que decidió recuperarse. Hace siete meses, Celeste no daba más. Su cuerpo y su mente pedían ayuda a gritos. Así llegó al Cepla (Centro de Atención Primaria de las Adicciones) de Villa Angelina. Era la primera vez que se atrevía a golpear una puerta en busca de asistencia. Nunca lo había hecho porque sentía vergüenza, miedo y culpa: ¿cómo iba a decir que era adicta si tenía hijos? Pensaba que la iban a juzgar. “Creía que no me iban a recibir”, confiesa.

Es lo que les ocurre a muchas adictas cuando desean recuperarse. Sufren por los prejuicios y no se animan a pedir ayuda. O no saben adónde recurrir. Hasta hace unos meses, cuando inauguró este Cepla para Mujeres y Diversidad, en Villa Angelina, no había lugares disponibles para ellas porque los centros de asistencia para adictos se enfocaban generalmente en los varones.

Seis meses “limpia”

“Acá empecé a sentir que podía apoyarme en alguien”, dice Celeste, que ingresó al mundo de las drogas después de que su última pareja le dijo que probara las sustancias. “Y me fui dejando llevar. Es cierto, nadie me obligó. Al tiempo me di cuenta de que no lo podía manejar. Pero nunca abandoné a mis hijos; y tenía mucho cuidado que ellos no me vieran”, cuenta la mujer, que es vendedora ambulante y hace ya más de seis meses que no ha vuelto a consumir.

“Acompañar es sostener”: una campaña que interpela el castigo con cuidado en la lucha contra las adicciones en Tucumán

“Había pensado en internarme, pero la única opción era fuera de la provincia, y era un drama porque no tenía con quién dejar a mis hijos”, explica. Vive en una casilla y cocina a leña. Cada día, sale a vender bolsas de consorcio y no vuelve a casa si no tiene algo que darles de comer a sus niños. Justamente, ayer, en sus recorridos diarios, encontró a una joven en la calle que estaba consumiendo drogas junto a su bebé. Y esa imagen le dolió en el alma.

El caso refleja una realidad de la que pocos hablan, pero que está presente en la vía pública, en los centros de salud y en los relatos de quienes trabajan con poblaciones vulnerables. Cada vez son más las mujeres atrapadas por el consumo de drogas. Muchas son adolescentes, quedan embarazadas a muy corta edad, o se ven obligadas a sufrir en silencio situaciones de violencia para sostener su adicción. Sus vidas están atravesadas por el abandono, el maltrato y la exclusión.

“A veces, empiezan a consumir a los 14 años. Son casos muy tristes. Tenemos un grupo de ayuda por whatsapp, donde intentamos contenerlas cuando están en crisis. Es muy distinta la mirada de la sociedad sobre el hombre y la mujer que consume.  Pareciera que ellos puede ser adictos, pero ellas no. La mujer tiene que luchar con muchos estigmas”, cuenta Cintia Lavaisé, que es voluntaria y ayuda a quienes asisten al Cepla de Villa Angelina.

La dura combinación de frío, carencias y adicciones

Cynthia Caballero Pacheco, coordinadora de este espacio, y Mariana Goytia, encargada del área de  Asistencia de la Secretaria de Adicciones de la provincia, admiten que cuando una mujer necesita tratamiento está mucho más sola que los hombres. Cuesta que pida ayuda y que la familia la acompañe, como si hubiera cierta vergüenza. A muchas las persigue el prejuicio de la mala madre y eso es un obstáculo, explican.

Las profesionales, que trabajan en la atención de las adicciones con perspectiva de género, cuentan que generalmente las mujeres se acercan a los servicios no porque estén buscando recuperarse, sino para ayudar a algún familiar con consumo problemático.

De hecho, actualmente cerca del 40% de las consultas son de mujeres, pero es muy bajo el porcentaje de adictas que recurren. Por eso, es que se están desarrollando distintos trabajos territoriales que permitan buscar a quienes necesiten asistencia.

El secretario de Políticas Integrales sobre Adicciones del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia, el psicólogo Lucas Haurigot Posse, reconoce que la atención a las mujeres con adicciones fue durante muchos años una deuda pendiente en nuestra provincia. Esto se hizo más notorio en los últimos tiempos, ante el aumento del consumo. La gran diferencia, según remarca, es que las historias de ellas suelen estar muy marcadas por la violencia y son casos de mucha vulnerabilidad y de exclusión social.

TRABAJO EN EQUIPO. En el Cepla “Mujeres y Diversidades” profesionales y vecinos tienen algo para aportar.

Fue ante esa situación que decidieron abrir este dispositivo exclusivo para atender a ellas. Además de asistencia psicológica, en el lugar hacen distintos talleres. Han atendido 60 consultas en tres meses. Andrea Brito y Cecilia Castro, psicólogas sociales, remarcan que las necesidades de las adictas son muy específicas, y que casi nunca se trata solamente de consumo. Por eso, para todas las especialistas consultadas, también es importante seguir avanzando y en un futuro crear un espacio de rehabilitación donde puedan internar pacientes en crisis.

Grupos de ayuda

En el Cepla Mujeres y Diversidades, lo que más valoran son los grupos que se formaron para que ellas puedan ayudarse unas a otras. Lo primero que intentan cuando llega una historia muy dolorosa es “fabricar esperanza”, dicen. Marcela Alejandra Sosa, aunque nunca consumió ninguna droga, siente que tiene que estar ahí para apoyar a quienes la necesitan, para levantar el ánimo y la autoestima. A Mary Ponce (67), vecina de la zona, la describen como la “abuela Coraje” porque salía en medio de la madrugada a buscar a su nieto adicto y no tenía temor a enfrentarse a los transas que le vendían droga.

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Muchas veces, Mary tuvo que llamar a la policía y a las ambulancias en sus intentos desesperados por salvar a su nieto. En vano, quiere contener un llanto que la enmudece. Entonces, hace una pausa. Tiene muchos relatos angustiantes. Le preocupan la cantidad de chicos y chicas  que consumen a edades cada vez  más tempranas. Aunque ganó su batalla personal hace años, hoy sigue al “pie del cañón” para tender una mano a otras mujeres que, como ella alguna vez, no saben qué hacer.

Día internacional: actividades en dos plazas de la capital

Hoy se conmemora el Día Internacional contra el Tráfico Ilícito y el Uso Indebido de Drogas. Este 2025, la consigna que guía la acción global es clara y contundente: “Acompañar es sostener”. Se refiere a que la premisa no es castigar ni perseguir a quienes presentan consumo problemático de drogas, sino brindarles asistencia. En Tucumán se desarrollarán distintas actividades. Se instalarán stands informativos y de sensibilización en las plazas Urquiza e Independencia, desde la mañana hasta la tarde, donde los ministerios de Salud y de Desarrollo Social presentarán distintos temas para abordar la problemática. También estará presente en la plaza Urquiza el Programa Universitario para el Estudio de las Adicciones (PUNA), dependiente de la Universidad Nacional de Tucumán. Su directora, Carolina Schargorodsky, celebró que, a nivel internacional, se estén dando pasos importantes para transformar las políticas de drogas y avanzar hacia la reducción de riesgos y daños. Este enfoque, explicó, no promueve el consumo, sino que asume su existencia y busca disminuir los riesgos asociados.